viernes, 1 de abril de 2016

GREGORIO, UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD


A las ocho, como cada mañana Gregorio entra por la puerta con cara alargada y ojeras hasta el suelo. Vestido con una bata azul y un par de bolígrafos asomándole en el bolsillo de la solapa donde reza su nombre bordado en rojo: Gregorio de la Casa Prado.
Se acerca a la barra, me mira fijamente y baja la cabeza. Coge el periódico y se sienta en la mesa de siempre, escondido al final del pasillo junto al lavabo, debajo de las escaleras que suben a la planta de arriba. Deja que el miedo se apodere de él y permanece ahí sentado durante todo el día.
Gregorio lleva más de tres meses en paro y supera los cincuenta con creces, Lo peor de todo es que su mujer, la dulce Catalina, todavía no lo sabe. Gregorio no se atreve a mirarle a los ojos y decirle que le han echado a la calle como a un perro. Que es un cobarde, que fue por pegarle un puñetazo al encargado que se metió con su hijo Samuel, o como dirían en el barrio "Samuel el chico que salió del armario".
Gregorio le ha dicho a su mujer que hay problemas en el trabajo y van retrasados con los pagos. La pobre Catalina, que lleva más de treinta años con su pobre Gregorio, y cree ciegamente sus palabras.
Me acerco a su mesa y le dejo  su café con leche corto de café y su bocadillo de lomo con queso. Hace un mes que tiene cuenta  en el bar ya que no puede permitirse el lujo de tomarse ese desayuno todos los días. Me lo quedo mirando desde detrás de la barra y le digo:
- "Anda recógeme los vasos de la dos y la tres. No vas a pagarme lo que me debes ahí sentado con esa cara que tienes de cordero degollado".
Mientras Gregorio baja la cabeza veo entrar a Catalina por la puerta. Tras unos segundos se queda parada al lado nuestro en silencio. Gregorio se gira y de golpe toda la sangre le sube a la cabeza... Catalina, le susurra, "¿Qué haces aquí ?" y ella seria y mirándole fijamente a los ojos le contesta, "Gregorio, ¿no es eso lo que debería preguntarte yo a ti?
Cuando Gregorio se dispone a hablar yo le interrumpo y con cara sonriente le contesto:
- "Era una sorpresa Catalina. Gregorio empieza hoy aquí, me va echar una mano con el bar, no es un salario como en el que tenía en la fábrica pero después de varios meses intentando convencerle, al final ha accedido y la verdad, me viene muy bien. Yo ya estoy mayor y quién sabe, con el tiempo quizás hasta le dejo a cargo de esto."
Catalina mira a Gregorio, luego me mira a mí y a continuación echa un vistazo al local medio vacío mientras suspira dibujándosele una pequeña sonrisa... "¡Por fin Gregorio! Hace tres meses que llegas a casa con la mirada perdida y roto por dentro. ¡Te he echado tanto de menos!.. Y aunque todo esto fuera un artimaña de tu amigo, el que está detrás de la barra, no pasaría nada. Mañana volvería a salir el sol. Anda, ponme un café corto de café con un bocadillo de lomo con queso". Catalina coge el periódico,  se sienta en la mesa que está al  final del pasillo junto al lavabo, debajo de las escaleras que suben a la planta de arriba mientras oye susurrar a Gregorio " Ella lo sabía"....